¡Buenos días!
Aunque con
unos días de retraso, no quería dejar de publicar en el blog unas palabras que
escribí a propósito de la sesión del día 28 de octubre:
Empezaré
reconociendo que hasta esa sesión me estaba costando entender de verdad el
método que estábamos utilizando en esta clase. Pero la reflexión que surgió a partir
de pensar el qué, el cómo y el por qué de lo que habíamos trabajado hasta el
momento, me hizo darme cuenta de muchas cosas. Creo que la clave definitiva la
descubrí cuando me di cuenta de que la propuesta partía de un paradigma
diferente al que yo esperaba encontrarme. Mi horizonte de expectativas sobre lo
que debía de ser una clase estaba siendo puesto en tela de juicio y, hasta
entonces, no había sido consciente. Por eso la aquella sesión me sirvió mucho.
Mi formación
es, en su mayor parte, de Filosofía, y cuando se habló de la epistemología
desde la que nos estamos moviendo, todo de repente empezó a encajar. Creo que
tanto los compañeros de clase como yo —y yo quizá peor que ellos, que soy del
sistema anterior a la LOGSE— venimos de una forma de entender la enseñanza
distinta. No se trata sólo de un sistema educativo diferente, sino de toda una
forma de entender el mundo y por eso nos cuesta entrar.
Un ejemplo desde mi perspectiva personal, que me ayudó a entenderlo, tiene que ver con el concepto de episteme[1], que es lo que en feminismo se llama: "las gafas violetas". Para quien no conozca esa imagen, "las gafas violetas" harían referencia a un filtro de entendimiento y análisis a través del que se ve ineludiblemente el mundo, concretamente, en este caso, en términos de desigualdad de género. Cuando las feministas hablan, realizan críticas o proponen métodos desde esa forma de interpretar el mundo, aquellos que no conocen su epistemología, no las suelen interpretar bien. Y se las termina tildando de paranoicas, locas o exageradas.
Un ejemplo desde mi perspectiva personal, que me ayudó a entenderlo, tiene que ver con el concepto de episteme[1], que es lo que en feminismo se llama: "las gafas violetas". Para quien no conozca esa imagen, "las gafas violetas" harían referencia a un filtro de entendimiento y análisis a través del que se ve ineludiblemente el mundo, concretamente, en este caso, en términos de desigualdad de género. Cuando las feministas hablan, realizan críticas o proponen métodos desde esa forma de interpretar el mundo, aquellos que no conocen su epistemología, no las suelen interpretar bien. Y se las termina tildando de paranoicas, locas o exageradas.
Llevando ese
ejemplo al asunto que nos ocupa, creo que nos hemos topado —o al menos a mí me
ha ocurrido— con toda una manera nueva de entender la educación desde un
convencimiento ético y epistemológico. Ésta parte de la idea de que el
conocimiento sólo puede asentarse desde la experiencia previa, que de poco sirve
imbuir al alumno de conocimientos como si fuera un pavo al que cebar de
contenidos. Y si he querido dejar estas líneas en el blog, es precisamente por
coherencia con la aceptación de ese proceso y de esta nueva forma de entender
el aprendizaje. Porque en aquella sesión, al revisar y evaluar lo que habíamos
hecho en clase con esas preguntas de qué, cómo y por qué, por fin entendí, efectivamente,
esos qué, cómo y por qué.
[1] El
concepto de episteme para entender la cultura y las ciencias sociales en el que
estoy pensando es el de Foucault, puede encontrarse en su trabajo Las palabras y las Cosas, en Ed. Siglo
XXI, México, 1998.
Bueno, genial, Estíbaliz.
ResponderEliminarAlgo fundamental dentro de lo que comentas es el que hayas podido comprobar tus propias expectativas con la realidad. En este caso, para falsarlas, y reconocer que lo que se estaba planteando era algo diferente a lo que esperabas. Hacer eso (indagar, explorar), desde luego, enriquece nuestra experiencia, nos deja en la situación de crear sentido más activamente a partir de nuestra experiencia. Así que me alegro, aunque esto todavía no ha acabado ;)
La experiencia para mí también está resultando de lo más interesante.
Gracias por el post.
Un saludo
David